lunes, 8 de marzo de 2010

Día de la mujer

¡Feliz día de la mujer para todas nosotras!

Sinceramente, tengo cero ganas de explayarme en el tema. Y prefiero centrarme en una sola oración que poner cosas como la propaganda de mi localidad. Nos deseaban feliz día con este eslogan:

Cuando lo leí, volviendo del colegio, me asusté. La primera idea que vino a mi mente fue: ¿nos quieren solamente por procrear? Y estoy en desacuerdo con que concebir bebés es lo más hermoso del mundo. Se nota que la propaganda la hacen hombres. Que vengan a decirme que es hermoso cuando están pariendo. Sé que muchas madres dicen que esta experiencia es hermosa, a pesar de todo.
Pero, en mi opinión, hay capacidades más "hermosas"

(Ya me pudrí de la palabra).



viernes, 5 de febrero de 2010

Loneliness

Terminé un nuevo dibujo, aunque como soy indecisa... elegí dos fondos distintos. Pueden ver más en mi deviantart: Angiee-27


jueves, 28 de enero de 2010

El hombre perfecto

El hombre perfecto por Linda Howard


Todo empieza como una broma de cuatro amigas en su reunión semanal. ¿El tema de conversación? Una vez más, los hombres. Entre risas, deciden hacer el retrato del hombre perfecto, y ponen por escrito las cualidades que debería reunir: sincero, amable, atractivo, con sentido del humor... y, bueno, hay algo más, un detalle que acabará por desencadenar una verdadera pesadilla. Sin embargo, Janie y sus amigas no se sienten en peligro. No ven amenaza en las susurrantes llamadas telefónicas, ni perciben la mirada cargada de odio de un personaje cercano. Ignoran que una mente desequilibrada es como la nieve amontonada en la ladera de una montaña: a veces basta un estornudo para provocar un alud. EL HOMBRE PERFECTO SE HA FIJADO EN ELLA...Hace tiempo que Janie ha dejado de creer en el hombre perfecto. Tras varios fracasos sentimentales, se tomó un respiro... y lleva unos años sin pareja. ¿Además, para qué necesita un hombre? Tiene un buen trabajo, cuenta con el cariño de sus amigas y acaba de comprarse una casa. Lástima que su vecino resulte ser un individuo tan irritante: descarado y arrogante, pero físicamente imponente y dueño de una sonrisa que la deja a la vez furiosa y desarmada. ¿En qué otra persona podría confiar Janie para escapar de un asesino?... Y NO LA DEJARÁ ESCAPAR Se llama Sam Donovan y es policía. Trabaja a diario con la violencia, el crimen y el engaño, está habituado a ver la parte más oscura del ser humano, y sabe apreciar la honestidad y la capacidad de lucha. Tal vez por eso se siente irremediablemente atraído por su guapa e impaciente vecina: tiene empuje, es valiente y sincera, cálida y risueña. Desde el primer momento, Sam decide que esta mujer será importante en su vida, y no permitirá que nadie le haga daño. Absolutamente nadie.


La historia es muy atrapante, y llevadera por todos los sucesos sorprendentes que ocurren. El suspenso te mantiene atento, y por momentos te hace gritar de frustración, al mejor estilo de película de terror, donde la protagonista no se da cuenta lo suficientemente rápido de que está a punto de ser asesinada.
Espero que les guste.

Pueden pedirme el link de descarga :)

sábado, 23 de enero de 2010

Sinopsis

Kate & Alex

Odiaba mi destino,
mi persona,
mis poderes.
Mi vida sería tan fácil sin vida, sin mí

Yo era la alumna nueva, aquella atracción de un colegio que puede durar minutos tanto como semanas. Extraña fascinación la de los jóvenes con las cosas nuevas. ¿Acaso estaba asociado esto con algún síntoma que se padece en la adolescencia, ese de buscar cosas nuevas fuera del hogar? No lo sé, nunca pude explicarme muy bien aquella reacción, supongo que porque no tuve que padecerla. Demasiadas responsabilidades y pequeñas cosas que me habían marcado, obligándome a madurar antes de tiempo.


Pasaría tres años de mi vida en esa escuela, probablemente los peores, pero no por eso tenía que complicarme las cosas diciendo la verdad. Por alguna extraña patología, la gente es desconfiada y se siente invadida cuando se enteran que alguien puede leerles la mente y controlar cosas con ésta. Lo había aprendido en mis 16 años de vida y por eso sabía que no podía dejar de mentir. La gente me odiaba por mis poderes.

Capítulo II

Acá les dejo el segundo capítulo del intento-de-novela que escribo.



Capítulo 2


El profesor pensaba cortar la clase antes de tiempo para concedernos otros cinco minutos para hablar. Tenía la sensación de que nos trataba como niños de preescolar, sólo me faltaba oírlo en su mente para comprobarlo. Conociendo sus planes, antepuse los míos. Me levanté de mi asiento.
Algo me sorprendió en la mente de una de mis compañeras. Oh-oh, eso no se hace, chica que se come los mocos. ¿No te enseñó tu mamá que no debes estirar tu dulce patita e interponerla en el camino de los demás? ¿No sabes el riesgo que corres? Pues sería mejor que aprendas conmigo.
A veces me lamentaba no poder usar frases como “ni lo pienses” para asustar a las personas, pero perdían su gracia. Caminé por el trayecto que la come-mocos y yo teníamos planeado y me detuve treinta centímetros antes, justo cuando ella abría cautelosamente su pierna. La miré, con ojos inocentes, como si no comprendiera lo que acababa de intentar; inclusive abrí mi boca levemente para añadir un mejor efecto. La había agarrado, y ella se desesperó en busca de una excusa. Me reí por dentro contemplando su frustración y desamparo.
-¿Necesitas ayuda? Si pones el pie ahí, PODRÍA LASTIMARME –su cara se enrojeció de la vergüenza, mientras yo danzaba en el séptimo cielo, cantando alegre junto a las flores de todos los colores.
No había diversión alguna si ella no respondía. Lo dejé donde estaba y seguí mi camino hasta el escritorio del profesor.
-Disculpe, ¿podría retirarme unos minutos antes? Me interesaría charlar con el director sobre la habitación en donde voy a quedarme –le comenté, en voz baja, pretendiendo que mis compañeros no escucharan. Interesados como estaban en mí, les había faltado plantar una antena para intentar oír lo que yo decía.
El profesor se quedó pensando sobre si dejarme ir o no. Obviamente, él prefería que me quedara para socializar, pero si era algo relacionado al director…
-El director me dijo que hablara con él en cuanto tuviera tiempo –le expliqué. Eso le despejó las posibles dudas y logré que me diera el permiso rápidamente.
Salí a paso apresurado por la puerta e intenté recordar cómo llegar a la sala de dirección. Genial, se había borrado completamente de mi mente… pero no de las mentes de los demás. Sólo quedaba cruzarse con algún pobre infeliz que estuviera fuera de su aula castigado, o algún profesor que anduviera deambulando por ahí, en un intento por salvarse unos minutos de los condenados alumnos. Sorpresivamente, no me encontré con ninguna de estas dos clases de personas, y no tuve más remedio que caminar hasta toparme con alguna puerta que dejara bien en claro qué habitación era. Caminando, sentí que liberaba cierta presión acumulada durante las clases. Las intensas miradas, los pensamientos, los murmullos, las imágenes; todo me estaba volviendo loca de a poco. Respiré profundamente e intenté canalizar mi frustración en otro lugar. Como observando el paisaje. El director me había enseñado, en un breve recorrido, las partes básicas de la escuela, pero no había tenido tiempo para sumergirme en su tranquilidad. De las aulas alrededor del enorme patio, con sus altas y anchas puertas de madera, no salía prácticamente ningún ruido. Me pregunté si había alguna clase de chanchullo sobrenatural allí para mantener aquella apacibilidad que te calaba hasta los huesos. Se oía el viento soplando las copas de los árboles en el exterior, y moviendo la posible vegetación que allí hubiera. Los pájaros sostenían una conversación a base de cantos, precioso. Todo allí parecía diseñado para inspirar paz y placidez. ¿Por qué? ¿Serían los alumnos personas que necesitan un entorno sereno para no exaltarse con facilidad? En otro ambiente, ¿se darían riñas de poderes?
Sin dejar de deambular, llegué a una oficina, justo cuando la campana que indicaba el recreo sonaba. Entré de bruces, y me agazapé de espaldas a la puerta, perdiendo toda la calma que pudiera haber llegado a acumular en esos breves minutos. Oh-oh. Lo que me había parecido una oficina, era en realidad un aula, por cierto, con alumnos más grandes. Definitivamente, ese no era mi día de suerte.
La profesora estaba casi segura de que yo me había escapado de algún lugar y había entrado allí por error, por lo que pensaba mandarme de regreso en ese preciso instante; pero era divertido interrumpir a la gente, así que lo hice.
-Buenos días –comencé con mi mejor sonrisa, dirigiéndome a la profesora -. El profesor Rudolf me pidió que hablara con el director pero no puedo encontrar su oficina –añadí un tono melodramático a mi voz -. ¿Podría alguien guiarme?
La profesora detuvo su mirada en cada uno de los alumnos para convencerlos de ayudarme. La mayoría no quería perder tiempo conmigo, pero algunos vacilaban. En mi aburrimiento, observé el pizarrón. El título en éste era Neurotransmisores. Internamente, me reí porque últimamente, la gente andaba con insuficiencia de estos compuestos químicos.
-Bueno, puedo ir yo sola seguramente –concluí, luego de prestarles el tiempo necesario para decidir. Me di media vuelta sabiendo que aquello funcionaría -. Gracias, de todas formas.
-Yo la acompaño –sentenció un muchacho, poniéndose de pie. “Parece bonita y quizás pueda conocerla mejor” pensó.
Inmediatamente me causó repulsa. ¿Qué tenía por ojos ese chico? Oh, claro, ¿cómo no lo había pensado antes? Seguramente habían estado probando con alteraciones de los neurotransmisores en clases. Él, por ser tan estúpido, había quedado como rata de laboratorio, y había servido como sujeto experimental. Eso definitivamente había afectado su percepción.
-Gracias –le sonreí, intentando no reír por mi idea.
Me extrañó que la profesora no interrumpiera para evitar que un paciente como ese saliera sin supervisión. Me quedé pensando que la serotonina afectaba la percepción. Eso también incluía la del dolor. Quizás tendría que probar a herirlo para comprobar con qué neurotransmisor habían estado jugando.
-No hay de qué –respondió, cuando ya estábamos afuera -. Entonces, ¿cómo te llamas?
Qué pesado, por el amor de Dios. Quise creer que era el experimento el causante de su comportamiento y no otra cosa. A la vez quería ahuyentarlo, pero primero necesitaba que me mostrara la dichosa oficina.
-Catherine –tenía que entregar la menor información posible a un potencial enemigo. Debía escapar (o llegar a la oficina). Maniobra evasiva al rescate.
-¿Tú?
-Esteban.
-¿Y cuál es tu poder? –lo miré fijamente. Con solo preguntarlo fue suficiente, porque enseguida pensó en él: podía hacerse pequeño, algo bastante inútil, a mi parecer.
-Puedo hacerme chiquito –sí, ya te había leído la mente -. ¿Y tú?
-No te lo diré –sonreí con malicia. ¡Ja! Deberían haberle visto su cara de frustración.
-Se supone que no debo mostrarte mi poder, por cuestiones de seguridad, pero si quieres, puedo hacerlo –y sin previo aviso, su altura se redujo a medio metro. ¡Qué dulce y despreocupado parecía! No sólo se había achicado su altura, sino que también sus expresiones se habían vuelto las de un niño. Por suerte, la ropa se había amoldado al cambio; hubiera sido asqueroso tener que verlo sin ella. Se dio cuenta de que lo miraba con ternura y pensó que ya me tenía en el bolsillo. ¡Como si yo fuera tan fácil!
-¿Cuánto falta para la oficina del director? –no quise hablar de su poder, para que no insistiera en el mío. Él regresó a su forma original antes de volver a hablar.
-A unos metros.
-¿Sabes? Deberías quedarte pequeño, al menos así eras lindo –había machacado su ego, se lo merecía.
-La oficina es aquella –me señaló una puerta. Por dentro, me estaba insultando -. No puedes perderte.
-Gracias, nos vemos, chico-duende –pude oír sus quejas hasta que entré en la oficina.
Bastó con sólo echar un vistazo para recordar que ya había estado allí. Una amplia sala con grandes ventanales, un estilo muy parecido a todas las aulas, pero con algo que la hacía ver más cálida. Quizás fueran los libros que adornaban las paredes, o los cuadros realistas. O una mezcla de ello.
-¿Qué necesitas? –me preguntó una profesora parada frente a una estantería, con libros en la mano.
-Sé que el director está libre y necesito hablar con él –entré en la habitación, dejando a la profesora con la boca abierta. ¿Pero es que allí los profesores eran todos idiotas? Todos los que me había cruzado, desconocían mi poder.
-Justo a tiempo, Kate –me recibió el director.
Su pelo lacio y descolorido por las años, estaba atado con una bandita elástica a un costado de su cabeza. Sus lentes, pequeños y redondos, lo hacían ver más viejo de lo que realmente era. Estaba envuelto en una especie de túnica extraña, de color claro. Me indicó que me sentara con un gesto de su mano, aunque sabía que con pensarlo era suficiente, él insistía en tratarme como a una persona normal.
-Veo que elegiste venir durante el recreo. Pensé que quizás preferirías saltearte clases.
-Lo pensé, pero durante el recreo tendría que mostrar mi poder y preferí soportar un poco de clases antes que a mis compañeros.
Se quedó en silencio, y comenzó a pensar en todo lo que tenía para decirme. Al parecer, la vagancia le había ganado, y había comprendido que era más fácil tener una conversación mental. Escuché sus pensamientos por cinco minutos.
-Veamos si entendí. Entonces estaré en una habitación en el área de los poderes superiores, en el sector de los chicos, porque ya no hay capacidad en la parte de las chicas. Para colmo, me toca una habitación maldita, que dicen que un chico la visita por las noches. Y, con esa tarjeta que tiene en el cajón derecho, puedo ingresar al área especial. ¿Podría explicarme bien qué criterio tienen en cuenta para poner a los alumnos allí? –leí la respuesta en su mente -. Ya, aquellos que tienen más de un poder, o uno muy poderoso. Si eso es todo, puedo retirarme cuando me dé la tarjeta –me puse de pie. Quería irme antes de que comenzara con sus chácharas aburridas.
-Siéntate de nuevo, quiero hablar un poco más –y ahí va.
-Sé que a esta edad se siente solo y aburrido, pero tengo cosas que hacer, como volver al aula.
-¿Qué opinas del profesor?
-Es un idiota –solté inconscientemente. Me di cuenta de que me había manipulado. Él sonreía, travieso.
-¿Por qué piensas eso? –gruñí. Ya no tenía sentido intentar escaparme, me había agarrado. Me dejé caer con pesadez sobre el mullido asiento. Parecía diseñado para personas adultas con problemas en la espalda.
-Nos trata como a niños, y no aprendemos nada. Se supone que debemos desarrollar nuestros poderes, no jugar jueguitos como preescolares y terminar con la mentalidad de una cacatúa, como la del profesor.
Me quedé en silencio repentinamente, calculando el efecto de mi respuesta en el director. Al parecer, no lo había molestado en lo más mínimo. Me gustó que no juzgara mi opinión, y que de hecho la valorara. Se ganó parte de mi respeto.
-Quería explicarte que te asignaré un profesor especial. Te corresponde por estar en el área de poderes superiores.
-No necesito uno.
-Sí que lo haces. Él te ayudará a manejar mejor tu poder, y lo practicarás con otros alumnos luego.
-No hay nadie con mi poder –me negué.
-Pero hay poderes que pueden cooperar con el tuyo… -miró dentro del cajón y sacó la dichosa tarjeta que yo había ansiado desde que entré en la oficina -. Aquí tienes.
-Gracias –amagó a dármela, pero me la alejó y me observó fijamente.
-¿Cómo manejaste los pensamientos? ¿Tuviste que salir muchas veces del aula?
-No –le arrebaté la tarjeta y me sentí tranquila por primera vez desde que entré allí-. Estoy bien, sé manejarme sola –dije, con furia porque desconfiara de mi capacidad.
Toda mi vida me había manejado sola. Desde que mis padres descubrieron mi poder y decidieron abandonarme a mi suerte, tuve que aprender que en la vida todos están solos, pero algunos lo estamos más que otros (yo me incluyo en el último grupo, obviamente). Luego de eso, mi mentor me tomó en su cuidado y me enseñó a manejar mis poderes y a controlarlos. Recuerdo que siempre que le preguntaba por mis padres, él pensaba que yo iba a llorar y me abrazaba, explicándome que ellos no podían cuidarme.
Corriendo con la ventaja de conocer sus pensamientos, aprendí que no debía mostrarme débil, porque así sólo lastimaba a mi maestro, la única persona que me aceptaba. A medida que empecé a cerrarme, y no expresarle mi tristeza, él se preocupó más, pero luego pensó que quizás yo había madurado. Cuando crecí lo suficiente, se decidió a explicarme correctamente cómo habían sido los hechos en cuanto a mis padres.
Me contó que siempre sospecharon de mi poder por ciertas actitudes que tenía de pequeña, pero la mayoría se destapó cuando me enojé tanto una vez y las cosas comenzaron a volar. Ojalá los hubiera matado aquella vez, cuando destruí la casa. Después de ese accidente, me dejaron en una calle, y me sentí libre, a pesar de estar triste.
Ese era mi destino.
La gente no me quería cerca, y debía vivir sola. Llevar adelante mi vida, nadie más lo haría por mí. A pesar de todo, las memorias de mi infancia eran algo borrosas, y con el tiempo, las de mi tutor también se volvieron así. Supuse que era humano olvidar los recuerdos desagradables.
Regresé apurada al aula. Me había perdido todo el recreo y llegaba tarde para las clases. Al traspasar el umbral de la puerta, nuevamente los pensamientos de todos mis compañeros me abrumaron. Todos estaban curiosos por mi evidente tardanza.
-Perdón –le dije a Rudolf -. Me entretuve con el director.
-De acuerdo muchachos, les doy diez minutos para resolver estos ejercicios.
¿Por qué tenía que decir eso? Todos se giraron hacia mí. Obviamente, poco les importaba resolver la tarea que el profesor les había dado, y yo era un objeto mucho más curioso. Me vi rodeada de mandriles en un abrir y cerrar de ojos. Otra vez no, por favor.
-¿Qué sucedió, Kate?
-¿Por qué tardaste?
-No estuviste para mostrarnos tu poder –se lamentó uno.
-Fui a averiguar cuál sería mi habitación –respondí. Todos me miraron expectantes. Se supone que debía decirles cuál era, ¿no? Pero decidí disfrutar un rato más del silencio.
-¿Y cuál es tu habitación? –me preguntó una muchacha, que parecía bastante normal, interrumpiendo mi amado silencio. Por supuesto, silencio físico, porque sus mentes ardían de actividad.
-No pudieron confirmarme cuál sería… -mentí. ¿En qué parte del contrato decía que yo debía compartir mi vida privada con aquellos animalitos?
-Concedí diez minutos para realizar la tarea, no para bombardear a Kate con preguntas –gritó el profesor. Todos volvieron a sus respectivos bancos.
Oooooohhh… Profesor patán Rudolf había hecho algo práctico en su vida. Tenía dos puntos extras en mi escala de confianza. Una escala del uno al millón. Apoyé mi frente sobre el escritorio. Sólo pedía un poco de silencio, ¿qué tan difícil podía ser eso?
-¿Cómo es que no sabe en qué habitación está?
-Ojalá no esté cerca de nosotras, no tengo ganas de soportar toda la atención que atrae.
-No parece muy inteligente.
-Está mintiendo.

Momento, ¿quién había pensado eso?
-Está mintiendo, oculta demasiadas cosas.
Maldición, ¿quién era? Me giré en mi asiento. De alguna manera, aquel pensamiento se imponía sobre los demás, como si la persona tuviera una mayor fuerza mental.
Ya había visto esa línea de pensamiento, ¿de quién era? Lo ubiqué por la parte trasera del aula y casi me caigo del asombro cuando comprendí que Alex era el culpable. ¿Era posible que me hubiera descubierto? Sospechaba de mí, y no me creía.
Está ocultando demasiadas cosas –se repitió en mi cabeza esa frase.
¡Basta! ¡Basta! ¡BASTA!
Me levanté y salí corriendo al baño, sin importarme el estupor que se causaba en el aula por mi reacción. ¿Qué estaba pasando? De pronto podía oír los pensamientos de todas las personas en la escuela; pero el de Alex se seguía repitiendo una y otra vez por sobre los de los demás. ¡Que alguien los callara! Había demasiadas imágenes, demasiado ruido. ¡Basta! Sentí que algo surgía desde mi interior. Abrí la puerta del baño de un manotón, me eché sobre el inodoro y vomité. Todo mi cuerpo era un caos, y mi mente estaba aún peor. ¿Por qué sucedía eso? ¿Qué había hecho para que todos los pensamientos a la redonda me invadieran de golpe? Necesitaba detenerlo pronto o me sentiría peor. Me deslicé contra la pared y me quedé allí. Las lágrimas luchaban por salir, pero no mostraría mi debilidad. Siempre había sido fuerte y me había enfrentado a cosas peores. Sólo tenía que respirar y todo se iría. Nunca pensé que esto pudiera suceder. De haberlo sabido, no habría ido a clases nunca. Hubiera seguido el consejo del director, y me habría ausentado en cuanto sintiera la mínima molestia. Demasiada concentración de gente en unos pocos metros cuadrados.
Respira, no los oigas, no los oigas…cállense, cállense. ¡¡Basta!! Me apreté la cabeza entre las manos y comencé a sacudirme, debía haber una manera de sacarme todo eso de encima. Con el lío que tenía en la cabeza, no oí cuando una chica entró en el baño y comenzó a llamarme. Recién me percaté de su presencia cuando comenzó a sacudirme con brusquedad para llamarme la atención.
-¿Qué te sucede? –me preguntó. En realidad, no estoy segura de si lo dijo o sólo lo pensó. La primera opción era la más probable -. ¡Respóndeme!
Sus intentos por ayudarme no servían, yo me hallaba en un dolor infernal y no estaba en mis cabales. Tenía la leve sensación de que todo explotaría en cualquier momento. De pronto me levantó en volandas y me sacó de allí. No sé de dónde sacó la fuerza para cargarme en brazos con tanta facilidad, pero eso me hizo reaccionar de algún modo.
-Llévame a la fuente –le pedí. Ella me obedeció y caminó con extrema rapidez de la que fui vagamente consciente. Al llegar, me depositó en el borde de piedra labrada. Cuando la observé mejor y me focalicé en sus pensamientos, me di cuenta de que estaba realmente preocupada por mí.
-¿Q-quién e-eres? –le pregunté, curiosa, entre ráfagas de dolor que me invadían más fuerte cada vez. Mi cabeza iba a estallar en cualquier momento.
-Soy Lourdes, de segundo año. ¿Te encuentras bien?
-¿C-cuál es t-tu p-poder? –obvié su pregunta, ya que estaba allí, quizás podría hacer algo para ayudarme. Me miró confusa, sin entender qué tenía que ver su poder en todo esto.
-Puedo volar, ¿qué tiene que ver? –no me había dicho todo, estaba pensando en esconderme algo.
-¿Cuál es el-l otro? ¿Tienes ot-tro p-poder, no? –me estremecí, reprimiendo un grito de dolor. Aspiré una buena bocanada de aire, intentando mitigar el dolor. Miré al cielo, confundida. El sol se había ocultado tras unas nubes.
-¿C-cómo? –sus pupilas se dilataron: ahora estaba asustada. Todos lo estaban cuando hago cosas por el estilo.
-Sólo d-dime qué es lo q-que haces –yo estaba temblando. No podría contener mucho más. Quizás debería acudir al director -. Vamos, ¡¡dime qué haces!! –me exalté, clavando mi mirada en sus ojos dilatados por el miedo. Ella me contempló asustada, pero encontré la respuesta en su mente. No lo podía creer, aquella chica era mi salvación.
-Puedo debilitar algunos poderes si me lo propongo… pero no funciona m… -agarré sus manos y las apreté contra mi rostro. Mantuve la mirada fija en sus ojos color café. Lo único que yo escuchaba eran los fuertes latidos de mi corazón, bombeando en mis oídos. Era increíble cómo mis sensaciones se habían amplificado de tal modo.
-Vamos, inténtalo, confío en ti –mis manos temblaban desesperadas. Si no actuaba rápido, era probable que cayera inconsciente por el dolor. Cerró los ojos y sentí con un alivio divino cómo las voces se callaban de a poco. La contemplé con los ojos anegados en lágrimas, y una sonrisa de satisfacción y felicidad plena.
-Gracias –le dije, y caí inconsciente, conservando sus manos en mi rostro. No quería separarme de ellas, probablemente nunca lo hiciera.
Así conocí a Lourdes.

lunes, 18 de enero de 2010

Jessica's guide to dating on the dark side

Hoy me levanté y decidí compartir reseñas de algunos libros que leo (lo sé, bastante repentino).


Jessica's guide to dating on the dark side - Beth Fantaskey



Los No-muertos realmente pueden fastidiar tu último año de secundaria…
Casarse con un vampiro definitivamente no se ajusta a los planes de Jessica Packwood para "buscarse una vida" al terminar el instituto. Pero entonces hace aparición un extraño (e increíblemente guapo) estudiante de intercambio llamado Lucius Vladescu, afirmando que Jessica es una princesa vampírica rumana de nacimiento y es además, su prometida perdida. Armada de mucho valor y una copia de Crecer Estando Muerto: La Guía Para Vampiros Adolescentes, Citas, Sentimientos, Emociones, Salud y Vida, Jessica hace una dramática transición de estudiante promedio a glamorosa princesa vampírica europea. Pero cuando un cazador hortera pone sus ojos en Lucius, Jess se encontrara luchando por recuperar a su príncipe rebelde, por salvar su alma de la destrucción eterna y por evitar la guerra mundial entre clanes vampiros que se desatará si no cumple su destino de casarse con él.



El libro me atrapó al principio, me aburrió y decepcionó en el medio, y finalmente me dejó con la intriga de conocer la continuación. El título engaña un poco, porque no se trata sobre ninguna guía, sino sobre la historia de una chica que conoce un vampiro (y en el proceso se entera que ella es una princesa vampira). Aunque el libro con la guía existe en la historia.

Las chicas de Nocturnal Butterfly lo tradujeron y también están en eso con la segunda parte.

¡Espero que les guste! (El libro está en castellano)

Descarga

miércoles, 13 de enero de 2010

Ácidos

Buenas tardes: (hoy estoy en buenita, aparentemente. Cociné torta y todo)

El otro día, unos amigos me hicieron unos comentarios (diferentes personas, en distintas situaciones):

*Que yo era ácida,
*y que estaba "on fire" (Léase, atraigo muchos chicos, pero se me puede comparar más con un radiador con los bichos que otra cosa...)

Hete aquí (alta frase que nunca pude comprender de dónde viene el "hete", ¿viene de que estás aca?) que me pongo a meditar (¿cuándo no?)

Si soy un ácido, y estoy expuesta a la entrega de calor, las consecuencias no pueden ser buenas, ¿no? Quiero decir... (esto me lo explicaron en laboratorio. Juro que lo aprendí, pero ya me lo olvidé) El ácido salpica... y en laboratorio nos explicaron qué aplicar en caso de que te saltara ácido. Tambien nos dieron instrucciones en caso de que te saltaran:
*Sustancias alcalinas (aplicar una solución de no sé qué a no sé qué porciento)
*Vidrios (deja de romper las cosas)
*Ranas (¿RANAS? ¿Dónde mierda te metiste?)
*Agua (deja de jugar al bomberito en el baño)
*Pipi (apuntá bien, por el amor de Dios)
*Etc

Redondeo la idea... Tendría que pegarme un cartel para que no se me acerquen porque no quiero tener que correr a atenderlos por quemadura de primer grado, ¿no?